LA
FORTALEZA EMOCIONAL EN LA ESCUELA
La capacidad de amoldarse a un ambiente humano de trabajo
y de relaciones, sin tener roces o diferencias, es un pensamiento muy ingenuo.
En alguna medida todos (o algunos) hemos “pagado el noviciado” o nos “hemos
ganado el derecho de piso”, luego de uno o más tragos amargos en la
comunicación y convivencia. En algunos grupos esto puede pasarse como “un mal
momento”, en no hacer caso, en “ignorarlos” y seguir para adelante; pero en una comunidad educativa, no es cuestión
de “llevar la procesión por dentro”, o sobrellevar la vida. Un educador(a)
tiene la imperiosa exigencia de identificar el porqué ha perdido la
tranquilidad interior, porqué está así; enfrentar las adversidades, estudiar
sus relaciones con personas “difíciles”, tomar alguna resolución, y descubrir lo
que corresponde a su voluntad para convivir con la ayuda de la virtud de la
tolerancia. Esto no se aprende en un
instituto pedagógico o una facultad de educación, se aprende en la escuela
de la vida.
Los que estamos en el mundo de la educación, tenemos que
prepararnos para trabajar y vivir muchas horas de nuestra vida con gente que
nos motive, que nos corrija con cariño, que nos respete, que nos escuche,… con
gente extraordinaria y no tóxica (como la llama Tomás Navarro). Los padres de
familia, directivos, administrativos, profesores y personal de apoyo de una
escuela, debemos desarrollar la capacidad de tomarnos un tiempo para nosotros mismos, sin andar caminando en una
dirección y velocidad que manejan los otros. Nos es necesario tener interiormente muy clara una escala de
valores y prioridades para tomar decisiones libres y responsables; y también,
saber gestionar nuestras relaciones con
personas perjudiciales a la estabilidad emocional de la comunidad educativa
y sus integrantes.
El Psicólogo Tomás Navarro[1],
especialista en conferencias de autoayuda, cree que siempre nos vamos a encontrar con retos, personas y situaciones
difíciles, y cuanto más fuertes seamos emocionalmente, más fácil podremos
decidir el camino a tomar. Si los directivos tienen la tarea de “animar a la
comunidad” y por tanto potenciar en todo el personal de la comunidad educativa,
no se puede dejar al azar el desarrollar y fortalecer esta capacidad de
resiliencia emocional.
El Licenciado Lic. Oscar Anzorena[2]
sostiene que “la forma de sentir y expresar nuestras emociones marca nuestro
existir, determina nuestra calidad de vida y nos constituye en el ser que
somos. Sin embargo, durante siglos se ha
definido al ser humano como “ser racional”, entendiendo que es la
racionalidad lo que nos determina como personas”. Y planea la importancia de
mantener la armonía y equilibrio entre
la emoción y la racionalidad. “Es por esto que más que determinar la
prevalencia de uno de ellos, es menester plantearse el desarrollo de ambos en
un contexto”.
Y el conferencista sobre superación personal José María
Vicedo[3], formula cuatro claves para construir una fortaleza emocional: a) aprovechar los momentos de calma para construir los
sólidos cimientos para tomar decisiones, b) tener un Diario Personal para tener un orden de vida y repasar la propia
historia, c) buscar el poder curativo del amor
de las personas que nos aman y d) ante
la crítica de los demás, nunca tomarla como algo que afecte al ser (a los
más afectará a alguno de los comportamientos).
Les animo a seguir buscando y conociendo sobre un tema de
la Fortaleza Emocional, que no es tan comúnmente tratada en las reuniones
docentes, con padres de familia e incluso con los estudiantes: el cómo vivo y
convivo en mi comunidad educativa, repercute mucho en la vida fuera de la
escuela. “Las personas fuertes crean sus acontecimientos; las débiles sufren lo
que les impone el destino” (Alfred Victor de Vigny).
Trujillo,
31 de diciembre del 2016
J.
Antonio Mansen Bellina, cmf