martes, 18 de agosto de 2015

EDUCADORES CON LOS PADRES DE FAMILIA, 

DE LA GENERACIÓN DE MAÑANA


La Iglesia en el Documento de Trabajo: “EDUCAR HOY Y MAÑANA, una pasión que se renueva” del 07 de Abril del 2014, no anima a impulsar una formación continua y la actualización permanente de los educadores, porque “es determinante y solicita rigor y profundización, sin los cuales la enseñanza sería considerada poco creíble, poco confiable y por lo tanto innecesaria. Tal formación es urgente, si queremos poder contar, en un futuro, con educadores comprometidos y preocupados por la identidad evangélica del Proyecto Educativo y de su realización”. En efecto, no es deseable que en las escuelas católicas exista “una doble población” de enseñantes; se necesita, en cambio, que trabaje un cuerpo docente homogéneo, disponible a aceptar y a compartir una definida identidad evangélica y un coherente estilo de vida”[1].

Pero en la formación de un niño, de una niña, de un joven, la base las ponen  los padres de familia, como nos dice tan singularmente el ex presidente de Uruguay: "no le pidamos al docente que arregle los agujeros que hay en el hogar"

 Y el Papa Francisco nos dice que ya “es hora de que los padres y las madres vuelvan de su exilio —porque se han autoexiliado de la educación de los hijos— y vuelvan a asumir plenamente su función educativa. Esperamos que el Señor done a los padres esta gracia: de no autoexiliarse de la educación de los hijos. Y esto sólo puede hacerlo el amor, la ternura y la paciencia”[2].

Tenemos que ofrecer una educación católica auténtica que transmita “valores y principios vitales, no sólo para ayudar a cada persona a crecer y a madurar, sino también para concurrir en la construcción del bien común”[3], haciendo de los colegios católicos una referencia de los valores para consolidar la “civilización del amor”.

“Efectivamente no se habla aquí del profesor como de un profesional que se limita a comunicar de forma sistemática en la escuela una serie de conocimientos, sino del educador, del formador de hombres. Su tarea rebasa ampliamente la del simple docente, pero no la excluye. Por esto requiere, como ella y más que ella, una adecuada preparación profesional. Ésta es el cimiento humano indispensable sin el cual sería ilusorio intentar cualquier labor educativa. Pero además la profesionalidad de todo educador tiene una característica específica que adquiere su significación más profunda en el caso del educador católico: la comunicación de la verdad[4]. De esa verdad y de esos valores que se aprenden fundamentalmente en casa, de allí que la labor del educador está muy unida a su comunicación con las familias de sus alumnos, para consolidar la formación de los niños y jóvenes, que tendrán que gestionar la sociedad de mañana, que depende de la educación y del papel del educador hoy.
Como educadores, nos ha tocado un tiempo muy especial y privilegiado para vivir la vocación docente como servicio, en un liderazgo, que tienen mucho que ver con el acompañamiento como una tarea de ayudar a nuestros estudiantes a llegar a la puerta de la Sabiduría. Y este servicio  no lo podemos hacer en solitario, o solo con los colegas; tiene y debe de ser  necesariamente con los padres de familia.



[1] EDUCAR HOY Y MAÑANA, Una pasión que se renueva, Instrumentum Laboris, II,j
(2) Papa Francisco 20/05/2015
(3) EDUCAR HOY Y MAÑANA, Una pasión que se renueva, Instrumentum Laboris, Introducción.
(4) El laico Testigo de la Fe en la Escuela Católica, 15 -16








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