sábado, 3 de diciembre de 2016

VIVIR EN COMUNIDAD

EL AISLAMIENTO EN LA COMUNIDAD EDUCATIVA


Hay una gran verdad, la vida en la escuela es para vivirla con los demás. En algunas ocasiones, los educadores y/o los estudiantes se aíslan o son aislados, se apartan o son apartados, se marginan o son marginados, se retraen o son confinados,… y la mayoría de las veces se reacciona tarde, cuando se nos comunica un final triste, pero evitable. De esta dolorosa experiencia no está libre ni el Director, ni los profesores, ni los padres de familia, ni los trabajadores administrativos, ni de servicio,… ni los estudiantes, si no se detecta y se cura a tiempo.


Tenemos la tarea de enseñar (con el ejemplo), que estamos hechos para estar con los demás, porque nos enriquece mucho si estamos con todos los demás. El vivir apartado de los compañeros de trabajo o de estudios, en la escuela, es caldo de cultivo para el miedo y la desconfianza e impide disfrutar del compañerismo, la fraternidad, la camaradería… de gozar de los “mejores años”, como atestiguan no pocos. Lo que hace daño es el aislamiento, no el compartir.

Cualquier miembro de la comunidad educativa corre más riesgos de hacerse daño o de causar algún mal a los demás, cuando se aisla o es aislado (deliberada,  forzada o “inconscientemente”), cuando es impedido o limitado para abrirse a los demás. El hacerse daño no es propio del encuentro con los otros, sino del cierre y del rechazo.

Creo que no es tan difícil darse cuenta que los educadores, cuando están ocupados en relacionarse mejor con los otros, viven sin tensiones, sin estrés, son más alegres, más creativos, están siempre motivados, se complican menos la vida…, tienen más capacidad de resiliencia que aquellos que se aíslan de los demás (a veces como francotiradores o terroristas), y están centrados sólo en sí mismos.

Para los educadores el estar en una comunidad educativa, no significa únicamente ser abiertos y encontrar a los demás, sino también dejarse encontrar. Es bueno saber y enseñar que todos necesitamos que nos miren, que nos llamen, que nos tengan en cuenta, que nos interpelen; somos nosotros los que necesitamos a los demás para poder participar en todo lo que solamente los demás nos pueden dar. La experiencia nos dice que, por lo general, de los demás recibimos más de lo que damos.

Para resolver (a tiempo) el problema del aislamiento en la escuela, hay que empezar desde abajo, saber que felicidad no es sinónimo de gratificante, se necesita sentir que estamos hechos para vivir con otros, que sólo cuando se ama, se renuncia con alegría, que hay que “poner el hombro”, “ensuciarse las manos”, tener el valor de escuchar y decir con delicadeza, sin agresión, con franqueza, lo que se siente. Creo que surge enseguida la pregunta de: ¿Cómo se hace?. El Papa Francisco nos recomienda vivir y enseñar que el estar juntos nos ayuda a ver la comunidad educativa como vinculada. Cuando vemos el conjunto, nuestra mirada se enriquece y resulta evidente que los papeles que desempeña cada uno dentro de la escuela, nunca puede ser aislado o absoluto. En nuestra comunidad educativa hay una verdadera riqueza humana, que no debemos, ni podemos desperdiciar o mal utilizar.


Si desean profundizar sobre este tema, les recomendamos el VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA EL FESTIVAL DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (24/11 de 2016).

Torrelodones (Madrid), 03 de diciembre del 2016
J. Antonio Mansen Bellina, cmf

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