EL
AISLAMIENTO EN LA COMUNIDAD EDUCATIVA
Hay una gran verdad, la vida en la escuela es para vivirla con los demás.
En algunas ocasiones, los educadores y/o los estudiantes se aíslan o son
aislados, se apartan o son apartados, se marginan o son marginados, se retraen
o son confinados,… y la mayoría de las veces
se reacciona tarde, cuando se nos comunica un final triste, pero evitable.
De esta dolorosa experiencia no está libre ni el Director, ni los profesores,
ni los padres de familia, ni los trabajadores administrativos, ni de servicio,…
ni los estudiantes, si no se detecta y
se cura a tiempo.
Tenemos la tarea de enseñar (con el
ejemplo), que estamos hechos para estar con los demás, porque nos enriquece mucho si estamos con todos
los demás. El vivir apartado de los compañeros de trabajo o de estudios, en
la escuela, es caldo de cultivo para el miedo y la desconfianza e impide
disfrutar del compañerismo, la fraternidad, la camaradería… de gozar de los
“mejores años”, como atestiguan no pocos. Lo
que hace daño es el aislamiento, no el compartir.
Cualquier miembro de la comunidad
educativa corre más riesgos de hacerse daño o de causar algún mal a los demás,
cuando se aisla o es aislado (deliberada,
forzada o “inconscientemente”), cuando es impedido o limitado para
abrirse a los demás. El hacerse daño no
es propio del encuentro con los otros, sino del cierre y del rechazo.
Creo que no es tan difícil darse
cuenta que los educadores, cuando están ocupados en relacionarse mejor con los
otros, viven sin tensiones, sin estrés, son más alegres, más creativos, están
siempre motivados, se complican menos la vida…, tienen más capacidad de
resiliencia que aquellos que se aíslan de los demás (a veces como francotiradores
o terroristas), y están centrados sólo en sí mismos.
Para los educadores el estar en una
comunidad educativa, no significa únicamente ser abiertos y encontrar a los
demás, sino también dejarse encontrar.
Es bueno saber y enseñar que todos necesitamos que nos miren, que nos llamen,
que nos tengan en cuenta, que nos interpelen; somos nosotros los que necesitamos a los
demás para poder participar en todo lo que solamente los demás nos pueden dar.
La experiencia nos dice que, por lo general, de los demás recibimos más de lo que damos.
Para resolver (a tiempo) el problema
del aislamiento en la escuela, hay que empezar desde abajo, saber que felicidad no es sinónimo de gratificante,
se necesita sentir que estamos hechos
para vivir con otros, que sólo cuando
se ama, se renuncia con alegría, que hay que “poner el hombro”, “ensuciarse
las manos”, tener el valor de escuchar y decir con delicadeza, sin agresión,
con franqueza, lo que se siente. Creo que surge enseguida la pregunta de: ¿Cómo
se hace?. El Papa Francisco nos recomienda vivir y enseñar que el estar juntos nos
ayuda a ver la comunidad educativa como vinculada. Cuando vemos el conjunto, nuestra mirada se enriquece y resulta
evidente que los papeles que desempeña cada uno dentro de la escuela, nunca
puede ser aislado o absoluto. En nuestra comunidad educativa hay una verdadera
riqueza humana, que no debemos, ni podemos desperdiciar o mal utilizar.
Si desean profundizar sobre este
tema, les recomendamos el VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA EL
FESTIVAL DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA (24/11 de 2016).
Torrelodones (Madrid), 03 de diciembre del 2016
J. Antonio Mansen Bellina, cmf
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